La semana pasada corrió como la pólvora la noticia de la posible venta del Espanyol. Una noticia que, como el Guadiana, aparece y desaparece de forma habitual.
El Club, como en anteriores ocasiones, ha vuelto a echar balones fuera y solo se limita a comentar que se reciben muchas ofertas y que esta, en caso de existir, sería solo una más.
Haremos un ejercicio de ciencia ficción para intentar descubrir qué tiene Chen en su cabeza, tarea difícil, por otra parte, porque las barreras culturas convierten al presidente del Espanyol en un personaje de la película El rostro impenetrable.
En estos casi seis años que Chen ha estado al frente del Club ha vivido de todo. Tocó el cielo con la clasificación europea in extremis con Rubi y bajó al infierno con el descenso más sonrojante de la historia del Espanyol.
Chen se sintió “el gran timonel” cuando, como si de un torero se tratara, saltó al terreno de juego para celebrar la Europa League. En ese momento me recordó a Dani dando la vuelta al ruedo en Mestalla, en la Copa de Valencia. Cuando vi a Chen eufórico pensé que en ese momento rompería su pragmatismo y echaría la casa por la ventana, pero no fue así y ahí empezó el camino del descenso, en parte por su injerencia (apoyó de forma ostensible a Gallego, ninguneando a Rubi).
Chen siempre ha tenido una obsesión y emulando a Diógenes, que alumbrado con un candil buscaba un hombre honesto, les preguntaba a todos sus asesores qué había que hacer para llenar el campo. Chen quería que su obra tuviera repercusión en su país y el exceso de azul en las gradas del RCDE Stadium no ayudaba.
Y por si fuera poco con un descenso, la peor pandemia en 100 años cayó sobre su presidencia. Aunque la ausencia de público le libró de las pañoladas, que son el precio que todo dirigente debe pagar por el fracaso, la crisis sanitaria hizo que su juguete perdiera su esencia: el espectáculo.
Chen forma parte de un selecto grupo de empresarios en China muy cercano al poder y todos sus movimientos se ven con lupa. Ya sabemos que en el gigante oriental el que se mueve no solo no sale en la foto, sino que desaparece.
Al oprobio del descenso hay que sumarle la decepción de la gran operación Wu Lei, en la que participó el gobierno a través del puerto de Shanghái. La desaparición del astro chino de los onces pericos y una temporada en Segunda de la gran figura futbolística del país es otra mancha en el expediente de Chen.
Pero a pesar de todo ese escenario en contra hay que reconocerle a Chen su capacidad de resiliencia y que no ha salido corriendo cuando ha visto que el agua le llegaba al cuello. Resistió y apuntaló al equipo en Segunda para volver a la élite y lo logró a la primera.
Por el camino ha tenido que ver cómo su empresa perdía valor en la bolsa China y los ferreros controles de capitales maniataban sus inversiones en el extranjero. Y, por si fuera poco, a ese contexto restrictivo se ha unido un nuevo escenario generado por la guerra de Putin. La posición del gobierno chino en esta invasión acabará pasando factura a la imagen de los asiáticos en occidente. Y además Chen ha visto las sanciones económicas y el bloqueo de sus propiedades a que se ha sometido a los oligarcas rusos en el extranjero, algo que podría ocurrir en un futuro con los chinos si Xi Jinping, mandatario chino, da un paso adelante en su ofensiva por anexionarse Taiwán o reprimir los anhelos democráticos de Hong Kong.
El contexto no es el más apropiado para seguir adelante con un negocio tan volátil como el fútbol, pero probablemente, la mejor manera de saber sus intenciones sería repasar sus últimos movimientos.
En el último descenso en Sarrià con Camacho, al recuperar la categoría, el Club dio un salto cualitativo, haciendo bueno aquello de un paso atrás para dar dos adelante. Esta vez, en cambio, el mensaje ha sido plano y se ha marcado sin rubor la permanencia como objetivo deportivo. El hecho mismo de renovar a Rufete, gran responsable del descenso, por mucho que lo quieran maquillar, demuestra que la intención de Chen no es crecer sino estabilizar.
Han desaparecido los proyectos a tres años y los objetivos ambiciosos, y lo único que se repite machaconamente es que la económica está saneada; que somos el equipo con mejores números (en lo económico) de LaLiga. Estabilidad deportiva y rigor económico, una receta de manual para parecer atractivo a los ojos de los posibles compradores. Es como pintar el coche para venderlo antes.
Chen ha puesto la carne en el asador pero no ha sabido rodearse de los mejores cocineros y le han vendido gato por liebre en más de una ocasión. Y en nada ha ayudado llevar el club con el mando a distancia.
El pragmatismo de Chen le dice que el juguete Espanyol ya está roto y es el momento de replegarse y centrarse en sus negocios chinos, que conoce y puede controlar de cerca. De todas maneras, si se confirma una venta con un precio por encima de los 250 millones de euros, Chen habrá ganado dinero con el Espanyol, algo que los de aquí no han sido capaces, o por lo menos eso nos han hecho creer…